Todos los años, el 9 de octubre, he recibido un paquete envuelto en un pañuelo de seda que recubría una deliciosa bandeja de coloridos mazapanes en forma de fruta; incluso estos diez últimos que llevo en Madrid, incluso cuando no he tenido pareja.
Porque hoy, además del Día de la Comunidad Valenciana, se celebra Sant Donís con una ‘mocadorà’ [del valenciano, ‘mocadorada’, que se traduciría como ‘pañuelada’]. Es el día de los enamorados valencianos.
Sobre la historia, he leído dos versiones. Una de ellas habla de que los dulces fueron brindados por los pasteleros valencianos a Jaume I como agradecimiento por La Reconquista.
Sin embargo, la más extendida relata que fue una reacción de este gremio al no poder celebrar la entrada de ‘El Conquistador’ en su centenario, a tenor de los Decretos de Nueva Planta. Para compensar la ausencia de cohetes y tracas, los panaderos hornearon unos pequeños dulces de mazapán con estas forma, a los que añadieron dos figuras con connotaciones sexuales: la piuleta y el tronador.
Parece ser que, con el tiempo, se fueron decorando con frutas y hortalizas de colores vivos, en deferencia a doña Violante de Hungría, esposa de Jaume I. Y, envueltos en pañuelos de seda, valenciana, se regalaban a la mujer amada.
Lo bonito de todo esto es que, no siendo yo nada chovinista, realmente prefiero celebrar el día de los enamorados hoy, quizá por su emotividad, por su creatividad, por su diferenciación respecto a San Valentín. Y sobre todo porque, cuando no hay pareja de la que recibir el regalo, siempre hay un familiar que hace que te sientas especial brindándote esa dulce bandejita.
En un día como hoy, me quedo con esta preciosa fotografía que tomó Robert Doisneau en el París de los años cincuenta… aunque resultara ser un posado.
¡Feliz día de los enamorados!
Cosas mías 
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